viernes, 5 de octubre de 2012

TRES CARTAS EN DOS AÑOS

Yo tenía un papá,
tenía dos, tres.
Tenía dos, ahora tengo tres.
El primero es ése, el que no quiero,
el que mandó tres cartas en dos años.
Uno que era capaz de hacerme un cuento con dibujos, con pajaritos y mundos con dos lunas, con faltas de ortografía y colores. Pero que, aún así, mandó tres cartas en dos años. ¿Quién diría que con esa capacidad y esas ganas de escribir tan mal no me podías mandar más, no?
El segundo, es el que tenía hasta hace un rato y que era papá.
Uno que con el correr de los años se había ido ganando la nomenclatura de "buen papá". Me lo inventé, me lo creí. Uno quiere tener un buen papá, siempre. Pero yo estaba (¿estaba?) convencida de que el mío era, realmente, un buen papá. Te digo, papá, que me costaba pensar que esos dos papás eran papá. Me cuesta. ¿Cómo va a ser el mismo, si uno manda tres cartas en dos años y el otro es un buen papá? Te cuento, la diferencia, papá, es que al segundo lo perdoné y al primero no voy a perdonarlo nunca. Por eso, cuando lo pienso, me da un poco de miedo. Mirá si por leer las cartas, si por pensar en el primero, dejo de perdonar al segundo? No, no quiero. Yo tengo un buen papá.
El tercero, este apareció hace un rato.
Uno desbaratador, uno que, aún siendo un tercer papá, viene a unirlos a todos en uno solo. Uno que me dice que no existen tales papás, que papá hay uno, y sos vos. Pero, yo tengo muchos papás... El segundo papá soy yo, me dice este papá. 

Yo no tenía un papá, después tuve uno, después tuve dos, después tuve tres, creo que ahora tengo que volver a contar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario