viernes, 26 de octubre de 2012

la noticia me retumbó, y tardó mucho en caer
"voy a ser papá" me dijiste,
esperé,
y mi felicitación sonó a pregunta.
¿realmente te felicíto?

(¿de quién? no voy a preguntar, ya se de quién)
¿de cuánto está?
"de cinco meses, tiene una panzota así"
e hiciste un gesto con la mano, indicándome el lugar donde ella tiene una gran panza, una panza redonda, una panza llena de bebé (llena de bebé)
y ahora miro todas las panzas
a todos los bebés
a todos los bebés en las panzas 

y yo no quiero un bebé en mi panza
pero ella tiene uno, 
y yo no

yo tengo una panza vacía de bebé
llena de no bebé
(llena de no bebé)

y vos vas a ser papá, "te felicito", dije




miércoles, 10 de octubre de 2012

nunca logré, siquiera, pensar en imaginar
una vida en la que no estuvieras
soy con vos, o no soy.
en eso pienso, sin parar
¿cómo volver después de ya no ser?
no quiero, pero los
mirá si...
me persiguen.
en la calle
en el baño
en el sueño
pero, sobre todo, en mi pie (él no te olvida un segundo. a veces me pasa que yo, quizás en un descuido, quizás en un pensar en algo más, te olvido. pero ahí lo noto, veo mi pie, que se agita y me avisa, me cuenta que estoy nerviosa. que olvidarme no es relajarme. que relajarme es que él, por fin, pueda quedarse quieto).

viernes, 5 de octubre de 2012

TRES CARTAS EN DOS AÑOS

Yo tenía un papá,
tenía dos, tres.
Tenía dos, ahora tengo tres.
El primero es ése, el que no quiero,
el que mandó tres cartas en dos años.
Uno que era capaz de hacerme un cuento con dibujos, con pajaritos y mundos con dos lunas, con faltas de ortografía y colores. Pero que, aún así, mandó tres cartas en dos años. ¿Quién diría que con esa capacidad y esas ganas de escribir tan mal no me podías mandar más, no?
El segundo, es el que tenía hasta hace un rato y que era papá.
Uno que con el correr de los años se había ido ganando la nomenclatura de "buen papá". Me lo inventé, me lo creí. Uno quiere tener un buen papá, siempre. Pero yo estaba (¿estaba?) convencida de que el mío era, realmente, un buen papá. Te digo, papá, que me costaba pensar que esos dos papás eran papá. Me cuesta. ¿Cómo va a ser el mismo, si uno manda tres cartas en dos años y el otro es un buen papá? Te cuento, la diferencia, papá, es que al segundo lo perdoné y al primero no voy a perdonarlo nunca. Por eso, cuando lo pienso, me da un poco de miedo. Mirá si por leer las cartas, si por pensar en el primero, dejo de perdonar al segundo? No, no quiero. Yo tengo un buen papá.
El tercero, este apareció hace un rato.
Uno desbaratador, uno que, aún siendo un tercer papá, viene a unirlos a todos en uno solo. Uno que me dice que no existen tales papás, que papá hay uno, y sos vos. Pero, yo tengo muchos papás... El segundo papá soy yo, me dice este papá. 

Yo no tenía un papá, después tuve uno, después tuve dos, después tuve tres, creo que ahora tengo que volver a contar.